porno ligero

See you in forever

Cartas de Antonio – 2

En este correo viene la otra parte sobre Pablo César, y además hay un CD con algunas canciones que escogí y espero que te gusten. El CD tiene un mensaje al principio; lo puedes escuchar en cualquier reproductor porque está en formato WAV, pero es mejor que lo escuches en privado para evitar problemas. El mensaje de audio es la primera pista del CD y está con un sonido un poco bajo, así que debes subirle el volumen, pero luego bajarlo para escuchar las canciones. Marqué el CD para que no lo confundas ni lo dejes por ahí. Me tomé la libertad de escoger las canciones; tal vez algunas ya las has escuchado antes… en fin, solo quiero que te gusten algunas y que, como yo, te apropies de ellas y las hagas parte del relato de tu vida.

En el siguiente correo que recibas, me esforzaré por enviarte las letras de las canciones y su traducción; de todas formas, los títulos están en la carátula del CD.

Disculpa la calidad del sonido del mensaje; si lo has notado, en el próximo lo mejoraré. También discúlpame si el mismo mensaje te causa alguna incomodidad; no trato de persuadirte ni mucho menos molestarte. Solo digo lo que pienso. Ahora que lo pienso, solo me equivoqué en una palabra del mensaje – no fue una molestia – “lo dije por si te incomodabas”. Además, lo hice con el mayor gusto. Hey… esta noche, míralo, voy a estar pensándote, imaginándote frente al oscuro cielo; es muy conmovedor el espectáculo de la noche.

Gracias, Andrés, por tu amistad.

Atentamente,


Antonio

P.D.: Mejor escúchalo en privado.

Ahora que sé que la primera parte de la historia te llegó, puedo continuar contándote lo que ocurrió en aquellos días de mi adolescencia, muy importantes para comprender quién soy hoy. Sé que lo que leíste pudo parecerte muy corto y además un poco como un cuento de página porno, por eso intentaré ser más natural al contarlo, aunque tengo miedo de caer en lo incomprensible y sobre todo en errores. De todas formas, es una carta, no es lo mismo que relatarlo personalmente, y como lo que quería era ver si te llegaba o no, no me esmeré tanto en cómo escribir las cosas.

¿En qué nos habíamos quedado? Ah sí. Bien, supongo que quieres saber cómo me di cuenta de que Pablo era gay y cómo nos relacionamos. Bueno, Pablo y yo nos volvimos muy buenos amigos y siempre salíamos juntos, inclusive los fines de semana íbamos a jugar ping pong, billar o al cine; lo cierto es que siempre estábamos los dos, con otras personas o solos, y eso fue creando una especie de costumbre y hábito. No conversábamos mucho; Pablo no era muy hablador y yo era muy bruto para temas políticos o sociales. Así que, como te comentaba antes, lo que más hacíamos era ver partidos de fútbol, escuchar música y jugar.

Para mí era muy común tener a Pablo en mi casa, pero por su forma de ser, nunca me imaginé que le gustaran los hombres. Durante un año, el primero del bachillerato, fue el tiempo en el que me dediqué a conocer a este loco, y finalizándolo exactamente a principios de diciembre, fue cuando ocurrió su confesión. A los entrenamientos no era necesario que nos llevaran, pero a los partidos sí; por eso, cuando le tocaba a mi mamá, Pablo se quedaba en mi casa y tenía que dormir en el piso en un colchón inflable; caso contrario, cuando le tocaba a su mamá, yo me quedaba en su casa.

Decidí un día que le iba a decir a Pablo todo, incluyendo que me gustaba, y eso ocurrió porque unos meses atrás había comenzado a sentir cosas extrañas, sobre todo cuando lo veía. Pero era tenaz; por un lado estaba el deseo y por el otro me reprimía al pensarlo. Imagínate esa situación: en ese momento no podía creer que me gustaran los hombres y pensaba que se me pasaría, ¡ja!, al contrario, cada día que pasaba me interesaba más y me daba cuenta de eso, pues solo con ver un hombre en televisión ya sentía cosas. Pablo también facilitaba esos pensamientos; el loco tenía una manera muy bacana de ser conmigo, se preocupaba hasta si había llevado el uniforme completo, porque si no, él me prestaba lo que me faltara. Nunca le vi problema a esas tonterías hasta que empecé a aclarar mi orientación sexual.

Como nos encontrábamos todos los días y esas cosas que sentía no se me quitaban, me cansé y decidí hablarle. Un sábado en la noche me quedé en su casa ya que el domingo a las 9:00 am teníamos partido. Una semana antes, más o menos, ya había pensado hasta lo que le iba a decir y aún lo recuerdo bien. Esa noche, Pablo tendió el colchón en el piso y le dije: “Tengo que contarte algo”. Creo que él ya sospechaba algo, pues en el salón siempre que volteaba a mirar yo lo estaba mirando, y lo más increíble es que él se quedaba mirándome también y no me quitaba la mirada, pero no era esa mirada de “¿qué le pasa?” o “se me cayó algo”… era una mirada de interés, esa mirada que hacen los gays cuando alguien les gusta. Por eso, esa noche me respondió que me acostara, que no molestara, que después le contara lo que quisiera, pero yo estaba seguro de que si Pablo no era lo que yo creía, no me iba a rechazar, pues era un bacán conmigo; es más, ni la amistad la iba a perder, eso era lo que más me daba ánimo para hablarle.

Eran como las 12 de la noche y no estaba dormido, y eso que normalmente cuando nos tocaba jugar, ya a las 10 de la noche estábamos dormidos. Después de tanto insistir, me paré frente a la ventana y Pablo me dice: “Bueno, habla, qué me vas a decir” y en ese momento me entró el miedo más grande de este mundo; lo único que se me ocurrió decirle fue: “Sabes qué, la verdad es que tengo mucho frío” -qué bobada, todo ese tiempo quedándome y hasta ahora chillaba por el frío, qué excusa tan tonta- y me dice: “¿Era eso?” -levanta las cobijas de uno de los costados de su cama- y me dice: “Ven y acuéstate aquí”. Y pues, nada, esa noche ocurrió lo que tenía que ocurrir.

Primero me acosté, pero no de frente a él, y luego, como 10 minutos después, sentí una mano en mi abdomen, y qué nervios, un corrientazo por todo el cuerpo; eso se siente un poco extraño, por un lado es genial y por otro es raro, y como las dudas de ser o no ser gay estaban latentes, me provocaba saltar al piso, pero después me relajé y él quería que me girara; al quedar los dos de frente, Pablo me da un beso y luego me abraza, el resto te lo dejo a tu imaginación. 6 años después terminaba todo. Bueno, pero no vamos a ponernos tristes en esta parte. Al otro día nos hicimos los enfermos con la excusa de que habíamos comido una pizza como dañada y que toda la noche habíamos vomitado y no queríamos ir a jugar, entonces la mamá de Pablo nos preparó el desayuno y yo me quedé todo el día en la casa. Pablo vivía en un barrio continuo al mío, así que solo era pasar un puente y ya llegaba; todo el día nos quedamos de cariñitos y esas cosas, contándonos qué nos daban celos, quiénes nos caían mal, quiénes bien, en fin.

Muchas anécdotas nos ocurrieron en el tiempo en que estuvimos juntos, pero luego te las cuento; por ejemplo, una de ellas fue cuando a los 17 años decidimos tener novias para que no se dieran cuenta en la casa, eso fue muy chistoso. Ese año, y por culpa de esa tontería, nos agarramos por dos meses. Pablo terminó el bachillerato y se graduó conmigo, luego de eso estuvimos casi un año más juntos, por eso digo que fueron 6 años. Después de eso, los dos nos dimos seis meses de descanso y solo nos dedicamos al fútbol hasta que casi nos quedamos en eso, es decir, pensar en ser profesionales, pero no pasó, aunque fue más factible para mí que para Pablo, quizás por la posición en la que jugábamos ya que delanteros había muchos pero defensas o recuperadores muy pocos; además, este loco no era muy bueno en esas cosas, aunque el man jugaba muy bien, yo no entendía por qué no lo llamaban o lo tenían en cuenta.

Mi mamá, a diferencia de mi papá, sí quería que yo hiciera una carrera universitaria y me dedicara a otra cosa, pero lo que me llevó a declinar en el intento de ser jugador fue primer Pablo y segundo mi condición de gay, así que renuncié a la idea. Esa es otra historia; a causa de eso me distancié de mi papá por más de un año. La familia de Pablo César no era muy acomodada; el papá conducía un decadente negocio familiar y los hermanos eran unos vagos, así que las posibilidades de universidad las veía lejos. Durante ese año, siempre me estuvo reprochando eso; él creía que cuando yo entrara a estudiar lo iba a abrir y no le iba a hablar. Pablo intentó buscar trabajo, y yo ya estaba matriculándome para estudiar cine y televisión. A cada rato discutíamos por eso; llegué a decirle que si quería nos poníamos a trabajar los dos y yo no estudiaba, pero eso solo lo empeoraba. Pablo tenía un hermano que vivía en Estados Unidos, estaba allá de ilegal pero se casó, y por todo el tiempo que llevaba viviendo allá le dieron la ciudadanía americana. En esos meses, el hermano le endulzó el oído para que se fuera, y el perro de Pablo arrancó y se fue; compró un tiquete hasta México y allá se pasó por el hueco, el hermano lo iba a estar esperando al otro lado. Como el loco no quería, según él, hacerme daño, o que yo lo tratara de convencer de lo contrario, cosa que hubiera hecho si me lo cuenta antes, me contó todo cuando faltaban dos días para el vuelo, y ahí ya qué. Además, la supo hacer bien porque hasta a la mamá le había dicho mentiras y ella se enteró antes de irse. A mí me dijo que se devolvía a más tardar en 8 meses, pero paila, indocumentado y después de lo que le tocó pagar al hermano para pasarlo, mínimo un año y hasta más se quedaba. El viaje fue para el mes de noviembre; al principio me llamaba cada 8 días, los fines de semana, y hablábamos hasta una hora, se entró a trabajar en un car wash y “ganaba bien”, vivía con la familia del hermano. Lo peor era hablar y no poderlo ver, eso me estaba cansando, y sobre todo porque llegaba diciembre y ese mes era muy bacano para los dos; yo nunca hasta ahí lo había pasado solo. Entró el siguiente año, yo cumplía 19 y la verdad ya me interesaba más por el cuento gay, aunque todavía no estaba dispuesto a salir del closet, pero leía en Internet sobre la comunidad y sobre artistas y personalidades, me interesaba mucho en ese tiempo. Luego le enviaba mails a Pablo César y muy pocos me respondía; él me decía que era mejor por teléfono.

El tiempo que Pablo César no estuvo, seguí jugando fútbol pero no con la misma frecuencia; la verdad, los primeros meses todo siguió igual, pero después me comenzó a entrar la depre y tenaz, empecé a beber, cosa que no hacía, y visitaba mucho los bares, no gays sino de rock. Ese segundo semestre del año me dediqué a eso, me la pasaba con unos locos bien pasados que se drogaban y eran problemáticos, aún así, nunca consumí ninguna sustancia. En la casa las cosas se pusieron pesadas y no era para menos; llegaba bien tarde y ebrio o a veces no llegaba, en la universidad me iba bien y muy esporádicamente jugaba, pero solo microfútbol. Así transcurrieron 6 meses que no paraba, eran jueves, viernes, sábado y hasta domingo, hasta que comencé a verme mal. Todo se complicó más cuando se acercaba diciembre otra vez; a esas alturas, ya Pablo casi no llamaba y las únicas noticias que tenía de él me las pasaba mi mamá cuando hablaba con doña Amparo; ella le contaba lo que habían hablado y que Pablo me “enviaba saludos”. Yo ya empezaba a sospechar y le dije a mi mamá que me ayudara a conseguir el número; lo conseguí y resulta que ya no vivía con el hermano, estaba viviendo solo, y eso me llenó la cabeza de cucarachas. En octubre no llamó ni una sola vez, llamó hasta el día en que cumplíamos 7 años, es decir, a principios de diciembre, y esa noche me montó la película más tenaz, que casi no podía hablar, que migración había deportado un poco de gente, en fin, bla bla bla… me contó que estaba viviendo con un amigo, trabajaba en una empresa de empaques y ya no estaba en New York, sino que había llegado a un pueblo cerca de la frontera con Canadá, que allá las cosas eran más difíciles para los extranjeros, lo que él estaba esperando era pasar a Quebec (creo que así se escribe) e instalarse allá. Esa noche casi no hablamos; dijo que me extrañaba mucho y que todavía me quería, que apenas pudiera se regresaba a Colombia. Por unos días me tranquilicé, le dije que intentara llamarme más seguido o que al menos leyera los correos, “listo” dijo, ja, qué va, ese man no hizo nada de eso. En diciembre ya estaba muy paila; yo estaba seguro que Pablo ya no iba más, algo me decía por dentro que le echara tierra a eso y estuve muy deprimido, todo me molestaba, las peleas en la casa eran dantescas y me estaba volviendo un vago. Ahí fue cuando conocí a Nicolás, mi siguiente novio, con quien estuve 3 años. Sí, ese loco me ayudó a salir del atolladero en el que estaba, me tendió la mano.

Llegó finales de diciembre, y un 24 a las 11 de la noche, cuando regresaba de visitar a Nicolás, mi mamá me dice que Pablo César me había estado llamando y que volvía a marcar. Cuando llamó, le contesté y empezó diciendo lo mismo de siempre, las preguntas normales y todas esas güevonadas; después dice que tiene algo que decirme, comenzó con rodeos y rodeos, hablaba de lo bacano que lo había pasado, de lo orgulloso que se sentía de mí y todo eso para decir que había conocido a una persona muy especial con quien estaba viviendo y que lo mejor era que termináramos de una vez, pues él también se sentía muy mal por no poder verme y eso era bobada. Yo le dije que estaba de acuerdo y que si el destino nos volvía a cruzar, yo lo reconocería. Esa noche me metí la borrachera de mi vida; Nicolás lo único que hacía era acompañarme, pero hasta ese momento él no sabía que yo era gay, pensaba que todo lo que me pasaba era por culpa de una mujer. Nico se fue en la madrugada y yo seguí bebiendo hasta las 10 de la mañana; estoy seguro que mi mamá sabía lo que estaba sintiendo, pues esa noche, cuando terminé de hablar con Pablo, me encerré en la habitación y ella entra y me dice: “TRANQUILO QUE OTRO LLEGARÁ” ¡puedes creerlo! Los siguientes días no paré; desde el 25 hasta el 1 de enero estuve prácticamente ebrio, con Nico todo el tiempo al lado mío.

Hoy puedo agradecerle a Pablo lo que me dio como pareja; no puedo renegar absolutamente nada porque si lo pusiera en una balanza, tuve más fortuna y amor que desamor. Y para mi bendita suerte, cuando hasta en el suicidio pensaba, pues mi inseguridad me llevaba a pensar que nunca en la vida iba a encontrar a alguien como Pablo, apareció Nicolás. La historia de Nicolás te la contaré en otra carta. ¿Qué pasó con Pablo? Bueno, no lo sé; cuando me iba a enterar dónde y con quién estaba, pasó algo curioso. Mi mamá dejó de hablar con doña Amparo, pues se regresó a Cali y cortaron comunicación. Un día me encontré con un primo de Pablo que conocía del colegio, pero yo le caía mal a ese güevón y él a mí; el caso es que ya más grandecitos me le acerqué y le pregunté por Pablo; lo que me alcanzó a contar es que estaba en Canadá, que trabajaba en una empresa y se había casado con una americana, un matrimonio arreglado para tener la residencia. Entonces me dijo que nos veíamos en la cafetería del barrio al otro día y me pasaba el teléfono de la casa donde vivía. Cuando llegué a la cita, el man no llegaba; vi un amigo de él y le pregunté y me dijo que la noche anterior lo habían matado. Samuel era su nombre; era un tipo muy problemático, entonces paila; la mujer del man fue a la morgue a reclamar el cuerpo para llevarlo a Cali, yo tuve la oportunidad de verla y pensé en pedirle que me ayudara a contactar a la familia de Pablo, pero pensando en lo que había pasado me dio vaina, y eso a lo mejor era un mal augurio que me decía que no hablara con Pablo; no sé, yo no soy muy creyente en esas cosas, pero ese día me entró una sensación toda rara, y en algo que siempre he confiado es en eso que llamamos instinto.

Me despedí de ella y desde ese día no volví a saber nada de Pablo; han pasado más de 7 años y lo extraño, pero me acostumbré a no verlo, ya solo queda en mi recuerdo; a veces evoco momentos y me siento feliz y me motiva el día. Tal vez algún día lo vuelva a ver, tal vez no; no estoy esperándolo, pero tampoco lo he olvidado.

Bien, Andrés, poco a poco vas conociendo más de mí y de lo que me ha pasado; hay mucho que contar, sobre todo de las cosas que viví con mis parejas. La siguiente relación no fue ni más ni menos que la de Pablo; la única diferencia es que con Nicolás sí nos seguimos hablando, es más, él viene a Colombia una vez al año y siempre nos vemos por ahí. Te preguntarás por qué cuando te visité no viste fotos o cosas de Pablo por ahí, bueno, todo lo quemé; aunque mi mamá tiene un álbum de fotos en Bucaramanga donde está él. Después te cuento cómo fue la quema.

Men, espero que te esté yendo bien allá y que estas cosas te distraigan un poco; a mí también me gustaría saber más sobre Andrés, pero dejemos que esa decisión la tomes tú, luego hablamos. Mucha de la gente del grupo en el que estoy ahora, de los que te he hablado, siempre me dicen que no entienden por qué soy tan selectivo con la gente, que así nunca voy a encontrar a alguien; la verdad no sé por qué es, un día un amigo, Juan, me dice: “A lo mejor lo que tú buscas en otra persona es a Pablo y a Nicolás”. Ahora que lo veo, tú tienes algunas cosas de ellos. Hey men, qué descanses, hablamos luego.

Suerte,

Antonio.