porno ligero

See you in forever

No mk, eso lo hacen los hombres

Por Juan Felipe Perdomo González

No puedo masturbarme antes de un relato que no sucederá, que no se vuelve real, que cruza los límites de los hombres. Una buena paja, de esas que te hacen venir sin satisfacción.


Él estaba ahí, al reproducir el video. Sin saber quién soy, me convertí en otro espectador más, frente a él, pero sin poder tocarlo, sin ser quien lo somete. Solo una fantasía que recreo. Lo veo en un plano americano —de la cabeza a la cintura—, masturbándose frente a la cámara. Como si me mirara a los ojos, como si yo fuera quien le da su placer, aunque no estoy ahí. Tiene el bóxer blanco corrido, dejando ver su verga.


Mi mente no me deja ver más allá. Todo me lleva a ti, pero nunca eres tú. En la soledad de mi cuarto, miro tus videos. Un hombre atractivo que me enciende, que me obliga a tocarme, a imaginar lo que podríamos hacer juntos. Pero no estás. Soy yo el que te desea, el que inventa todo esto en mi cabeza, un riesgo imaginario que no me deja soltarte, aunque no sé quién eres. Es solo una noche más, una masturbación más, una eyaculación por un instante de satisfacción. Cada vez más suave, con una calentura que no se apaga. Un suspiro, un anhelo, un clímax que
me hace observar y unirme sin sentido, buscando una paz que no llega.


Es tan simple: pongo la mano sobre mis genitales y los froto, arriba y abajo, sin parar, imaginando cómo sería ese momento. Qué irónico, qué absurdo. Para alcanzar ese instante de placer necesito un catalizador: una persona que no me conoce, que no me ha visto. Solo un momento de satisfacción, constante, día y noche, como si solo yo supiera que esto nunca basta.


Tú satisfaces mi necesidad de masturbarme. Masturbarme, venirme, masturbarme de nuevo. Es un acto biológico, natural, algo que los hombres hacemos por un momento de paz en el cuerpo, con su pene —como quieran llamarlo— hasta eyacular, sin dejarlo descansar. “Deja ver, deja ver”, siempre digo, pero nunca hay respuesta. Es solo una imagen, un video suyo que me incita a tocar mi cuerpo, a sentir esa satisfacción que no es suya, sino mía. Me gusta cómo me toco, como si el problema no fuera él, como si él me agarrara con su mano grande, sudada, fría o
caliente.


Este es uno de mis relatos, nacido en climas de la noche, sin importar la hora ni el lugar. Un relato que se deja probar, que existe para esos momentos en los que no sé qué pasa. Todo tiene un inicio, pero no espera un final.